
Círculo Rojo
El Viento en las Velas
El Viento en las Velas – A High Wind in Jamaica (Alexander MacKendrick, 1965).
Unos piratas abordan un barco y toman como rehenes a cinco niños, que terminarán dando tantos (o más) problemas que los propios marineros…
Maravillosa película basada en la novela homónima del galés Richard Hughes. Dirigida por el genial Alexander MacKendrick, un escocés que también era maestro. A él le debemos algunas joyas cómicas de los entrañables Estudios Ealing, entre otras “Oro en Barras” y el “Quinteto de la Muerte” (The Ladykillers).
A High Wind in Jamaica está protagonizada por Anthony Quinn, James Coburn y Deborah Baxter en el papel de Emily, la mayor del grupo de niños secuestrados y verdadera estrella de la cinta, una actriz que sólo hizo tres películas.
Los piratas son perseguidos, falsamente acusados de haber asesinado a los pequeños… Hasta que uno de ellos, el pequeño John, muere realmente: en un puerto de paso, cae accidentalmente desde la ventana de un burdel.
A partir de este momento todo son penurias para los piratas, hombres supersticiosos que ven malos augurios en todo aquello que acontece. Los niños, progresivamente desaliñados y engañados acerca de la muerte de John, no se lo ponen fácil a sus captores, pues tienen típicas exigencias y actitudes infantiles (burguesas), y encima practican extraños juegos: por ejemplo, mientras permanecen en un bote salvavidas (que la mayor parte del tiempo les sirve de alojamiento), imaginan que la cubierta del barco es el mar mismo. Gritan a los piratas: “¡Os estáis ahogando!”
La mayoría de la tripulación son colombianos. En su versión original se les oye gritar en castellano: “¡Esto es muy malo, capitán! ¡Trae mala suerte!”
Ya la novela dio mucho que hablar por la extraña relación entre Emily y el capitán Chávez (Quinn). En un momento dado, el capitán agarra enfadado a la niña y se caen al suelo. Se miran el uno al otro. El lugarteniente, James Coburn, deja de reírse y se concentra en lo que pasa con bastante mala idea. La niña se levanta escandalizada. Los tres se sienten sucios en ese instante, el resto de los piratas ríen a carcajadas.
Pero más adelante surge la amistad entre Chávez y Emily. Ella enferma (el capitán la cuida), y pide a Quinn que le cuente una historia. El hombre no sabe historias. “Pues entonces cuéntame algo de cuando eras pequeño”. Quinn nunca ha sido pequeño, no sabe nada, y al fin y al cabo da igual: los niños no han mostrado verdaderos sentimientos en ningún momento de la película.
Esto cambia al final: los muchachos deben obligadamente declarar en el juicio contra los piratas, tienen que seguir las reglas de los adultos, esos impostores que realmente se ahogan en las cubiertas de los barcos. Por supuesto, todo resulta una farsa.
Después de esto, el mundo ha cambiado para los niños. La aventura ha terminado, juegan en un parque frecuentado por la clase alta. Frente a ellos, un barquito de juguete flota en un estanque. Los niños detienen su actividad, observando el barco serenamente: recuerdan con nostalgia lo que pasaron en su día en uno de verdad.

Mikel Vivanko (Bilbao, 1974), es licenciado en Bellas Artes por la especialidad de Audiovisuales en la Universidad del País Vasco (EHU).
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