
Cuéntame un cuento
Mi romance con Sherlock Holmes
Capítulo 2.
La decisión
Mi amiga Elena me había contado muchas cosas sobre los sueños lúcidos. Normalmente la miraba con cara de incredulidad, sin entender muy bien para qué podía servir una experiencia como aquella, si al fin y al cabo no era real. Elena se daba cuenta de mi escepticismo aunque no pronunciase palabra. Entonces siempre me aconsejaba que abriese más la mente, y que no me quedase solo con lo que me era conocido, pues me estaba perdiendo sensaciones inimaginables.
No volví a pensar en los discursos peculiares de mi amiga hasta que viví la crisis tan terrible que viví. Necesitas tocar fondo, que se derrumben tus más sólidos cimientos, para que empieces a plantearte conceptos nuevos sobre la vida. Lo que a mí me sucedió, fue algo parecido a la destrucción de Berlín en la II Guerra Mundial. Todo derruido, personas amadas que no volverán, hambre de serenidad. En aquellos días cualquier cosa me resultaba insulsa, inútil, no sabía encontrar un estímulo que me diese esperanza o confianza en que un futuro era posible para mí.
Andaba por la casa como una fiera enjaulada, paseando de un lado a otro, y sin querer ver a nadie. Agotada de darle vueltas a la cabeza, decidí navegar por la red. No era una opción que me entusiasmara, pero al menos conseguiría distraerme un rato, alejar los negros nubarrones durante unos minutos. Buceando entre redes sociales, webs de cine y foros, hallé una serie británica de los 80 sobre Sherlock Holmes. Sin mucho entusiasmo decidí verla. Pocas series y películas sobre Holmes me habían gustado especialmente.
Y Sherlock Holmes me salvó…
“El maestro chantajista”, creo que fue el primer capítulo que vi….y entonces me enamoré.
No sé qué fue lo que me impactó, porque en ese capítulo Jeremy Brett (el mejor Holmes de todos los tiempo) no se encontraba precisamente en su mayor esplendor físico. Pienso que fueron sus gestos, mirada melancólica, intensidad interpretativa…no lo sé. El caso es que tocó mi alma, de tal modo, que no pude dejar de buscar capítulos y capítulos suyos.
Brett, es un actor británico de larga trayectoria y formación exquisita. Murió en los 90, pero para mí recobró vida de manera fortuita y brillante.
No sé si fue su sofisticada belleza vintage, o aquellos movimientos de prestidigitador, o quizás su cuidada dicción (con esa especial manera de pronunciar las r), lo que me encadenó a él de manera fantasmal. Quizás fue todo y nada a la vez, quizás solo mis ganas de sentir entusiasmo por algo o alguien. No, fue algo más.
Mis días no podían acabar sin verle aunque fuese cinco minutos, en todo su esplendor, y sin entender un comino de lo que decía pero entusiasmada por como lo decía (mi inglés no pasaba del “how are you?”). Poco a poco me fui dando cuenta de, que más que enamorarme de Brett, lo había hecho de Sherlock Holmes. De su peculiar manera de darle vida. Como por arte de birlibirloque, quien realmente tenía ante mis ojos era al mismísimo detective victoriano. Era él en carne y hueso, el personaje fictício había tomado forma humana. Un Sherlock tan vulnerable y triste, que inevitablemente me cautivó, y tanto me cautivó que estuve a punto de perder contacto con la realidad y quedar envuelta en la nebulosa de los sueños.
Elena me dio la clave
Y cuando hablo de sueños lo hago de manera literal. Mi empecinamiento con el personaje literario llegó a tal punto, que no podía dejar de pensar en él, desear ardientemente el momento de verle en la pantalla. Acumulé tanta ansiedad por no poder conseguir más de Sherlock de lo que los libros y el portátil me podía ofrecer, que de repente y sin darme cuenta, comencé a recordar una de las conversaciones místicas que tuve con Elena.
- Un sueño lúcido es como vivir una realidad paralela- me dijo- No son fáciles de conseguir, pero cuando lo logras sientes que tú tienes las riendas.
- ¿Las riendas de qué?- respondí con cierta desgana- ¿de lo que sucede entre ronquido y ronquido? Entre llevar las riendas de eso y nada…
- Mira, pues precisamente a ti, que tanto los desprecias, te vendría de perlas intentar tenerlos.
- ¿A mí por qué?- Pregunté con aire desafiante.
- Porque te ayudaría a saber lo que se siente cuando se cogen las riendas de tu vida.
Se hizo el silencio. Elena había puesto el dedo en la llaga y yo no quería continuar por ese camino. Y lo que entonces desprecié, en otro momento de mi vida se convirtió en algo crucial. Encontrar información fiable sobre los sueños lúcidos o conscientes, era mi principal tarea cuando llegaba a casa después del trabajo. No era fácil, demasiada información estúpida que me confundía, sin embargo no me rendí. Busque, cotejé, pregunté…y me cree un planning para conseguir mis propios sueños lúcidos.
Sueños lúcidos, Sherlock Holmes y yo
No parecía muy difícil llegar ser la directora y guionista de tu propio mundo onírico, pero sí era necesario armarse de paciencia y constancia. Dos cosas por las que no me distinguía precisamente. El planning que me cree fue el siguiente:
- Cenar muy ligero (¡¡y nada de chuches!!)
- Antes de dormir utilizar técnicas de relajación.
- Repetir las siguientes palabras: “Voy a dormirme. Soñaré y me daré cuenta de que lo estoy haciendo”.
- Visualizar lo que quiero soñar.
- Anotar lo que he soñado cada noche.
Tenía un objetivo muy claro en ese momento de mi vida. Crear una realidad que me hiciese sentir feliz. Ser la conductora de cada secuencia, la gran jefa, mi protectora. Moldearía los instantes a mi antojo, conocería a Sherlock Holmes, me embarcaría en mil locuras, y siempre con la certeza de que todo acabaría bien. No existe una palabra en el mundo que definiese mi estado de ánimo, cuando decidí hacer de los sueños lúcidos un hogar para mis anhelos incumplidos. No me echaría atrás. Era el momento de experimentar.
Susana Alba Montalbano - Escritora y articulista en psicologodecabecera.com. Amo el arte, los artistas y que me leas tú.
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