
Cuéntame un cuento
Rabbia e tarantella
Siento ganas de abofetear a los que consideran que salir al balcón a aplaudir durante el confinamiento era una acto muy divertido y frívolo. Creo que no he sentido tanta tristeza y miedo desde la muerte de mi madre. Ella fue el primer ser querido al que tuve que despedir, entonces supe lo que era el terror, y comprendí lo insoportablemente doloroso que resulta el desamparo.
Salir a las ocho al balcón durante el confinamiento, era un símbolo. El instante en el que volvías a tener cierto contacto con otros seres humanos. El siniestro silencio que reinaba las calles se rompía por unos minutos. Entre aspavientos, risas y música nos dábamos ánimos. Estábamos atentos a que no faltase ninguno, a que no hubiera caído en combate aquellos a los que saludábamos cada día con una sonrisa. Después entrabas en casa, donde te esperaban horas y horas por delante que llenar.
Unos lo pasaron bien. Otros se desesperaron porque no tenían ni idea de cómo pagar la hipoteca o llenar la despensa el siguiente mes. Demasiados tuvieron que despedir a sus familiares de manera trágica. Muchas almas tuvieron que abandonar su maltrecho cuerpo demasiado pronto y en soledad.
Me gustaría saber si alguien se ha molestado en contabilizar los suicidios durante el confinamiento o después. El virus lo ha invadido todo, pareciese que no sucede nada más.
La negatividad se contagia con mayor rapidez, y también mata. La mente humana es aún un elemento muy desconocido. Estalla con la chispa más minúscula y en el momento más insospechado.
En la era donde la información está al alcance de cualquiera, se ha convertido en un arma mortal que puede destruir masivamente si su empleo es inadecuado.
Respóndeme. ¿Qué sentiste cuando parecía que el mundo estaba a punto de acabar? ¿Cómo te tomabas el conteo diario de fallecidos? ¿Algo se rompió dentro de ti cuando supiste que pasarían meses antes de poder abrazar a esa persona tan especial?
A veces, el lugar más hermoso y confortable puede convertirse en la prisión turca más terrible. No es lo que ves, es lo que sientes. Entonces, ¿qué sentías al ver día tras días aquella figurita de porcelana tan cara mientras te preguntabas si te habías contagiado o no?
No. Que nunca más me vuelvan a decir que salir al balcón era un acto festivo y frívolo.
Susana Alba Montalbano - Escritora y articulista en psicologodecabecera.com. Amo el arte, los artistas y que me leas tú.
0 comments