Santa Sofía, Estambul. Turquía, julio 10, 2020. (Muhammed Enes Yıldırım – Agencia Anadolu).
Contexto histórico.
Algo que conmociona a la mayoría de los interesados por nuestro pasado, son las leyendas, lo mágico que resulta pensar en un bosque medieval, en sucesos como la guerra de Troya, o el misticismo que causa el mundo sumerio y egipcio. A lo largo de la historia han existido un número de figuras que han trascendido a su época, y hoy cuentan con un lugar en el imaginario colectivo, véase Julio César, Alejandro Magno, Cleopatra VII o Leónidas de Esparta.
Sin embargo, hoy es de mi agrado mostrar a una de esas personas que, por desgracia, no es tan conocida en el mundo occidental y que marcó un antes y un después en nuestro mundo, hablo del último emperador de Roma, Constantino XI Paleólogo, el emperador de mármol.
Es muy común leer que la caída de Roma ocurrió en el siglo V de nuestra era, en el año 476, cuando el emperador Rómulo Augústulo rindió la ciudad ante los Hérulos. Sin embargo, se olvida un pequeño detalle, o quizás no tan pequeño, y es que solo la parte occidental del imperio sufrió esta tragedia. El imperio romano oriental sobrevive casi 1000 años más, y es lo que hoy en día conocemos como el Imperio Bizantino.
El término Bizantino se utilizó por los historiadores europeos posteriores, para diferenciarlo del imperio romano occidental, sin embargo, hasta la caída de Constantinopla en 1453, los bizantinos se llamaron a sí mismos “romanos”.
Caída de Constantinopla, fragmento del Museo Panorama 1453, Estambul.
El Imperio Romano de Oriente sufrió el ataque de varios pueblos que, desde el siglo XI, fueron debilitando y menguando el territorio bizantino. Este suceso se acrecentará con la aparición de los famosos turcos otomanos, quienes, al mando de Mehmet II, pondrán en jaque a Constantinopla a mediados del siglo XV, cuando Constantino XI estaba a cargo del imperio.
Constantino I, el grande, fundó Constantinopla en el siglo IV, y sería un emperador del mismo nombre, más de mil años después, quién vería sucumbir la ciudad, y el último trozo que quedaba de lo que alguna vez fue el gran Imperio Romano.
El asedio turco se intensificó durante los meses de abril y mayo de 1453, las murallas teodosianas que protegían la ciudad cayeron, y aún hoy es posible ver, en las ya milenarias murallas de Estambul, las zonas donde los cañonazos turcos impactaron. Constantino XI pidió refuerzos a los reinos occidentales, sin embargo, cuando la ayuda llegó, Constantinopla ardía sin emperador y sin Roma.
Murallas de Estambul (Antigua Constantinopla) en la actualidad.
Escuer, E. F., & Escuer, E. F. (2022, 5 agosto). Las murallas de Constantinopla. Nuevatribuna.
La leyenda y su trascendencia.
Constantino decidió no escapar de la ciudad, y, como si del capitán de un barco se tratase, él decidió morir con su imperio.
Se desconoce que ocurrió con el cuerpo de Constantino. Entre los antiguos ciudadanos romanos nació la leyenda de que realmente no había muerto, y había sido convertido en piedra por un ángel. Se cuenta que el día que Dios decida volver a levantar Constantinopla, Constantino XI volverá a su forma humana y luchará, de nuevo, por su ciudad.
La figura de este emperador ha permanecido muy presente entre la población de la actual Grecia, tanto que, cuando Grecia alcanzó la independencia del Imperio Turco, el rey Jorge I decidió llamar Constantino a su hijo, en honor a Constantino XI. Fue coronado como Constantino I de Grecia, aunque el pueblo lo aclamaba como Constantino XII.
Cómo dije al principio, la historia está plagada de leyendas que nos suscitan interés, y desde aquí, os invito a seguir leyendo sobre este interesante emperador y la gran historia que abarcan los 1000 años de existencia del sucesor de Roma, el Imperio Bizantino.
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Stavraton de plata, acuñado en Constantinopla durante el reinado de Constantino XI (1453). Roma Numismatics Ltd Auction XX 29-30 Oct 2020.
El último discurso de un emperador romano.
A continuación, para los más interesados en este personaje, os dejo una de las versiones que existen del discurso que, ante la inminente caída de la ciudad, Constantino XI expresó a sus hombres:
Compañeros, llegó el momento de nuestro triunfo o de nuestra última hora. El peligro es grande, pero no hay ninguno que no pueda vencer la intrepidez.
Vuestros antepasados domaron el mundo armado contra ellos. Durante muchos siglos resistimos a los continuos ataques de los persas, sarracenos, escitas, búlgaros, hunos y otra muchedumbre innumerable de bárbaros. Estos mismos turcos que nos atacan han huido de nosotros muchas veces, no debido a su aparente superioridad sino a nuestras dimensiones. Unámonos y no podrán resistirnos.
Veinte veces se han roto sus armas contra nuestras murallas, no hace mucho que rechazamos a Amurates, pocos días hace que nuestro valor triunfó sobre los soldados de Mahoma, nuestros fosos y campos, hasta nuestro atrincheramiento, están sembrados de sus muertos y heridos. El nuevo asalto que prepara el sultán no es más que el último esfuerzo de la desesperación.
La Europa se arma a favor nuestro, Huniades y sus húngaros se acercan, una escuadra veneciana corta los mares para socorrernos, un día más de valor y salvamos el Imperio. Defendemos lo que es más sagrado entre los hombres: la religión, la patria y la libertad.
Merezcamos en una causa tan santa la protección divina, confesando nuestras culpas y arrepintiéndonos de ellas. Yo daré el ejemplo: si haya alguno de vosotros a quien haya ofendido como príncipe, como hombre o como cristiano, le pido que me perdone.
La gloria nos espera, la patria nos llama, los manes de nuestros héroes nos contemplan, ¡marchemos! Yo participaré con vosotros de todos los peligros del combate, como también de todos los frutos de la victoria, pero si Constantinopla cae, si mis valientes compañeros perecen, os aseguro que no les sobreviviré.
Referencia: Historia Universal Antigua y Moderna, A. Martínez del Romero (ed.), Madrid, 1844, libro XVII, capítulo IV, pp. 35-36. Jonathan Harris, The End of Bizantium, Londres, Yale University Press, 2012.
*No es mi intención ofender a la religión ni la identidad histórica de nadie, la historia de Roma, Grecia y Turquía es rica y merece ser conocida y difundida. Muchísimas gracias por leer.
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