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Lo más Trendy: Vintage de 1000 años

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Cuando era niña teníamos en casa unos discos de vinilo de 45 revoluciones por minuto, que eran las narraciones y las canciones de las versiones de los cuentos realizados por Disney. Así tenías el libro para seguir la narración escuchando aquel disco, una y otra vez. 

El 6 de mayo, mientras veía la Coronación de Carlos III, se me venía la cancioncita incluída en el cuento de Robin Hood. “El rey inglés pelele”. Con la voz en español del gran Flavio imitando a Germán Valdés “Tin Tan”. Carlos no ha sido precisamente muy popular en los últimos 40 años y algo caprichoso e infantil, sí que nos lo ha parecido. 

Decidí ver el histórico acontecimiento en la BBC News en español, por pereza, y así tomar notas directamente sin traducir nada.  Primera sorpresa. Ninguno de los comentaristas y narradores de la BBC News en español era español, acento ecuatoriano o peruano, muy elegante, por cierto, otro que no distinguí si era venezolano o colombiano, a lo mejor un mexicano, pero nadie de la Península Ibérica. “Esto es BRFX (Brexit effect)” me dije.  Cosa que llega a ser interesante, porque ninguno de los mencionados ha podido saber lo que es nacer en una monarquía. Eso hacía presagiar que se iban a necesitar unas palomitas, porque entretenido iba a ser un rato. 

Disculparás mi querido lector, la poca pompa que le pueda dar a este artículo de chismorreo histórico, pues vengo yo también del otro lado del charco. Por tanto, a mí estas cosas de las coronaciones me son fascinantes. Como los turistas que van a ver El día de Muertos en México. Impresiona, pero no se comprende. 

Bueno, regresando a la narración, se puede destacar que por activa y por pasiva se hacía hincapié que iba a ser una ceremonia moderna, y entrando Carlos III se oye en latín “Vivat Regina Camilla!”, y  “Vivat Rex Carolus!” Modernísimo, donde esté el latín que se quite BZRP. Eso sí, pronunciado “Vaivat y no vivat”. Y con ello la ristra de explicaciones, de la cantidad de prendas y artilugios que datan desde 1657. Claro, si comparamos que la ceremonia de Coronación de los reyes ingleses, tiene como mil años, pues sí. Todo es modernísimo. 

Como a mí el cotilleo histórico me gusta más que a un tonto una tiza, ya me he visto la Coronación de Isabel II en Discovery Channel, History Channel, Netflix, Youtube y dónde se pueda ver. Con comentarios, sin comentarios, en inglés, en español y en el idioma que se tercie. 

Y bueno, hay una gran diferencia. Entre la Coronación de Isabel II y su hijo Carlos III transcurrieron 71 años de diferencia. Y en todos estos años han pasado muchísimas cosas. Esta vez a un nítido color, vía satélite, por WiFi, y con la interactividad y reacción en vivo no solo de los británicos, sino del Mundo entero. 

Ya en 1952, la transmisión por TV era una revolución histórica no solo porque se utilizaba la televisión, que en la época era uno de los inventos más extraordinarios hasta entonces, sino porque era la primera vez que el pueblo británico llano presenciaba en vivo una ceremonia. Esto es, casi como haber invitado a cada británico al evento. Y con ello, sentir a la familia real “tan suya”, que desde entonces nada quedó igual. Abrió la puerta a opinar de todo. Y comenzar el culebrón “Los Royals también lloran”.  

No te quiero ni contar lo cambiado que está todo ahora, que nos han invitado a las bodas de los niños, a los bautizos y hasta los divorcios, y ya no solo a los súbditos reales, sino a todo el orbe, monárquicos, comunistas, republicanos, ateos, y hasta los que no saben de qué va esto.  Bueno, ahí debo decir que en eso si se dio un gran salto de modernidad. Ya no hay que cortar las cabezas de las reinas para casarse con otra. ¿O sigue practicándose? No sé yo, pero me acuerdo del Pont de l’Alma y me acuerdo de Enrique VIII.

Y venga ritual tradicional para arriba, y venga ritual tradicional para abajo durante la ceremonia. Por ejemplo, lo moderno fue un coro de góspel. Supongo que a Jaime Peñafiel le daría el soponcio. Él, que ha estado en todas las coronaciones reales desde 1066 y que ama tanto la tradición. Y me apuesto un par de pestañas postizas, que pensó: “Esta ordinariez es culpa de Meghan Markle por haber impuesto eso en su boda”. 

Luego, después de ese ritual íntimo donde Carlos III “habla con Dios”, con el aceite le dicen: “May the force be with you” (esto no se puede ver, porque es tan íntimo, tan íntimo que no es digno de cualquier mortal, porque lo dijo su tataratataratatarabuelo, de nuevo, Enrique VIII) se hace la cabeza de la Iglesia anglicana. Creer que esto es supermoderno como los egipcios que creían que el Faraón era Dios. 

Después de tanta tradición, viene el toque de modernidad del que tanto se hablaba. Resulta que en los invitados, había médicos, enfermeras, representantes de todas las religiones, se mencionó el detallito que le envió el Papa Francisco para demostrar que ya no hay malos rollos entre los católicos y los anglicanos. Eso sí, había que destacar que ningún católico podrá ser Monarca inglés, por si las dudas. 

A diferencia de 1952, cuando a la Coronación de Isabel la gente se dividía tipo Downton Abbey, los aristócratas y los criados y trabajadores, ahora en el 2023, aristócratas con posibles quedan un par, los que quedan son parientes de la Familia Real, que hay que mantener. Los gastos corren a cuenta de la clase media y los trabajadores, y alguno que otro burgués, que perdió el hábito de casarse con aristócratas, porque ya no es cool.

Y por eso el único que fue a jurar lealtad en representación de los aristócratas chupafondos fue Guillermo, el flamante y ya no tan guapo Príncipe de Gales. Ese que le prometió a su madre que la iba a proteger de los fotógrafos, y del que lo primero que se supo cuando se estrenó de Príncipe heredero fue que se había ido a celebrar San Valentín con otra que no era la Princesa de Gales. Qué mala cosa debe tener ese título que todos los Príncipes de Gales se hacen golfos.

Bueno, pues seguimos con la coronación. Ya coronaron a Carlos y viene Camila. Y yo me dije “Las comparaciones son odiosas” y te viene a la mente la madre del actual heredero al trono. En ese momento cambié de medio de comunicación, y me toca escuchar a un señor más bien mayor, que comenta la coronación de Camila, diciendo que los británicos ya aceptaban a Camila y ya no era la mala del cuento, cuando de pronto Twitter se dispara con fotos de Diana Spencer, en todos los idiomas. Me parece a mí que algunos expertos de los temas de la casa real no dominan mucho las RRSS, porque Diana de Gales, no paró de aparecer. Ahí estaba el detallito de Kate con unos pendientes de su suegra, que se mencionaron otros cientos de veces para “placer” de su suegrastra majestad. 

Y por supuesto no podríamos dejar de hablar de Henry Mountbatten Windsor, Duque de Sussex, o sea el Príncipe Harry. Lo que yo miraba y lo que me describían “los expertos” no era compatible. Ni lo vi sufrir, ni lo vi arrepentido, más bien una cara de “Mira a todos estos haciendo el circo”. Y conociendo la mala baba protocolaria, deseando querer irse lo más pronto de ahí. Eso sí, no faltó quien sigue culpando a Meghan Markel de todo, hasta del cambio climático. Siguen pensando que Harry no es capaz de tomar sus propias decisiones, como los miembros de la casa real, que deben obedecer hasta lo que tienen que comer.

Querer comparar a Harry con Andrés, es de muy mala baba. Harry es quien decide alejarse de ese arcaico show al que en realidad para él ya no tenía sentido. Pasaría a la historia como el Duque de Kent, el de Gloucester que representan el famoso “Síndrome de Jarrón Chino” (se le supone valor, pero nadie sabe dónde ponerlo para que no estorbe). Todo comienza cuando cobra consciencia de que él no es más que una mera pieza de ajedrez en ese juego de reyes, reinas, alfiles, peones, etc.

Al ser “propiedad” del Reino Unido, se le supone que por disfrutar de una vida más que acomodada que la del resto de los mortales, se puede disponer de su individualidad y su derecho de autodeterminación, como lo hacemos casi cualquiera de nosotros. Además, que se usara para tapar problemas mayores, como por ejemplo esas finanzas oscuras del ahora Rey de Inglaterra, y de las turbias relaciones comerciales del tito Andrés y sus oscuras amistades, además de una acusación de abuso a menores que por “mágicas razones” se salva por un arreglo extrajudicial.

Andrés, también el repuesto de sucesión en caso de que Charlie se fuera de este plano antes de tener descendencia, ve lo que será su vida al llegar los hijos de Carlos, y decide vivirla de una forma inútil pero divertida a costa del erario nacional. Con chismes y acoso a su esposa, porque la prensa siempre se fue en contra de los no miembros del Clan Windsor.

Felipe de Edimburgo, Diana de Gales, (que ella los terminó usando en la prensa), Sarah Ferguson, Kate Middleton, y por supuesto la americana Meghan Markle, que tenía todo para ser el mejor objeto de ataques: americana, plebeya, y mestiza. Y se acordaron de Wallis. Solo que Meghan no estaba poniendo en peligro una sucesión. Lo inteligente habría sido usarla de embajadora. Ya que a diferencia de 1952, el Reino Unido ya no es cool, y ya no es tan poderoso como lo era antes. Sin la ayuda americana, en Europa, RU ya no pinta nada.  

Bueno y vayamos por último a lo importante, a lo que de verdad nos gusta ver en ceremonias de estas: los estilos. Eso que les encanta comentar a señores, de hablar ficticio, pero que consideran glamuroso, y que dictan, juzgan y condenan los estilos y atuendos de los invitados de relumbrón, sin que hayan dado prueba de alguna acreditación que les dé licencia a hacerlo. El propio estilo de los criticones, es muestra de que no tienen idea de lo que hablan.

¡Uff! ¡Qué daño hacen las corbatas chirriantes en una pantalla HD! Nos dicen una pamela o un tocado no son convenientes en esa ceremonia, que el escote no sé qué se lleva de noche. ¿Cuándo se ha coronado a un rey de noche? Lo más gracioso es que ninguno de los “eruditos de moda real” había nacido en 1952 como para saber lo fashion y trendy en un evento así. No es una boda, es una CO-RO-NA-CIÓN. Ya me dirás cuánta experiencia tendrán estos “eruditos” en su currículum. Tampoco son Lorenzo Caprile, que ese si sabe de moda, de Historia, y de muchas cosas más. 

Felices los tres.

El que sí habría podido indicar lo que es correcto o no llevar es, por ejemplo, Andrew Parker-Bowles que con 14 años iba de paje real en la ceremonia de Isabel II, mientras que el pequeño Carlos con solo 4 observaba todo, pero no entendía nada. Y que en 2023, estos dos niños compartirían el mismo escenario, coronando a la esposa de ambos como Reina consorte de Inglaterra. Sí, sí. Andrew Parker-Bowles fue invitado a la Coronación de su amigo (o ex amigo, vete tú a saber) y su ex esposa. Es que los ingleses son muy civilizados. Te puedes llevar a la cama a la esposa de tu amigo, puedes cortarle la cabeza a tu mujer, puedes vaciar arcas de dinero público o abusar de jovencitas menores de edad. Pero, intentar salirte de la jaula de oro, es un pecado que Royals británicos no están dispuestos a perdonar. 

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