Tras la matanza, la guardia civil se persona en las calles de puerto hurraco. El sofocante calor y el denso olor a pólvora recibía a los agentes como antesala del infierno en la tierra. La imagen que vieron los primeros en llegar fue una que ni Dante habría podido plasmarlo Los cuerpos se abrían paso portal tras portal, unos muertos, otros agonizantes y malheridos. Los quejidos y gritos de dolor y angustia rompían el estado de shock en el que entraban las personas que iban llegando.
Los Izquierdo habían puesto tierra de por medio y se adentraron en el monte antes de que todos llegasen.
Hermanos Izquierdo tras la matanza. Imagen realizada por Triun Arts
La detención
El despliegue para localizarlos fue abrumador, más de 200 efectivos a pie peinando las zonas aledañas, helicópteros, perros adiestrados, se cortaron carreteras y accesos, todo lo que fuese necesario para dar caza a dos locos armados y peligrosos que deambulaban por tierras extremeñas. Podrían estar en cualquier sitio, podrían repetir su crimen en cualquier otro pueblo o aldea, pero no fue así.
A las 9 de la mañana del día siguiente, bajo un árbol y a pocos quilómetros de Puerto Hurraco, los hermanos fueron sorprendidos mientras dormían. No opusieron resistencia. Emilio dijo: “Sí, estoy tranquilo, si no me hubieran detenido, habría ido a los entierros a matar más gente, he vengado la muerte de mi madre”.
Detención de los hermanos. Imagen realizada por Triun Arts
Las hermanas habían marchado de la casa antes de que todo se destapase, intentando evitar que los vecinos tomasen represalias. Fueron interceptadas en un tren a Madrid. Cuando un periodista accedió a ellas, estas contaron que su intención era llegar hasta el presidente del gobierno y contarle lo que estaba sucediendo con su familia en Puerto Hurraco, así como por qué sus hermanos se tomaron la justicia por su mano. Repetían una y otra vez que no sabían dónde iban aquella tarde Emilio y Antonio, que a ellas les contaron que salían a cazar tórtolas. Finalmente las hicieron regresar, ya que tuvieron que prestar declaración ante el juez 4 días después, ellas y sus dos hermanos.
El día de la declaración, entre la multitud, se escondía Antonio Cabanillas, quien había sido herido por Gerónimo y además había perdido a dos de sus hijas en la matanza. Al paso de los hermanos Izquierdo, se lanzó por ellos con un gran cuchillo, pero fue reducido y encarcelado, aunque su estancia en prisión duro solo unos pocos días.
Antonio Cabanillas siendo detenido. Imagen realizada por Triun Arts
Finalmente, tras prestar declaración, a los únicos que se pudo imputar fue a los dos hermanos varones, aun cuando se sabía o se sospechaba que las hermanas eran conocedoras y posiblemente indiciarias, no se pudo probar, aunque terminaron recluidas en un psiquiátrico.
Los hermanos idearon un plan antes del juicio. Este consistía en que Emilio se echase todas las culpas y así Antonio podría quedar en libertad. El fin de tal estrategia era, que cuando este saliese libre, volviese al pueblo y terminase con la matanza. A ese punto llegaba su locura.
El juicio
Ambos fueron sometidos a sendos exámenes psicológicos y estos arrojaron que no eran personas de pocas luces, ya que poseían y administraban más de 1000 cabezas de ganado, varias fincas, las cuales tenían arrendadas y en su cartilla de ahorros había más de 10 millones de las antiguas pesetas. Tenían un primitivismo cultural y un empobrecimiento afectivo que determina el desprecio por la vida humana, alimentaban sus propias fobias y obsesiones debido a un aislamiento social y a la convivencia de un grupo cerrado y conocían perfectamente las consecuencias de sus actos.
Finalmente, tras el juicio, Antonio y Emilio fueron condenados a 684 años de cárcel y al pago de 300 millones de pesetas, lo que sería, al cambió hoy en día, 1 millón 800 mil euros aproximadamente, de indemnización a las víctimas. Aunque los familiares de las víctimas pidieron que durante su estadía en prisión se separase a los hermanos, esto nunca sucedió. Permanecieron juntos en todas las cárceles por las que pasaron, al igual que las hermanas, que siempre estuvieron unidas en el psiquiátrico donde fueron recluidas.
14 años después, el 1 de febrero de 2005, fallece por causas naturales y en reclusión Luciana, a los 77 años de edad, en el instituto mental de Mérida. Ella era a la que todos culpaban como la principal manipuladora y causante de la matanza. 10 meses después, en noviembre de aquél mismo año, fallece Angela, a los 64 años, y en el mismo centro. Un año después y por causas naturales, fallece de un infarto Emilio en la prisión de Badajoz, el 13 de diciembre de 2006. Su hermano Antonio pide un permiso para asistir al entierro, permiso que le es concedido. Durante el sepelio, dicen los que estuvieron cerca, que le escucharon decir: “hermano, te vas con la satisfacción de haber vengado a madre”. A Antonio se le aplicó la doctrina Parot, por lo que su condena fue alargada 5 años más. Justo el día que tenía que haber salido en libertad, el 5 de abril de 2010, se quitó la vida, ahorcándose en la enfermería de la prisión.
Finalmente, después de tanto odio, rencor, sangre y muerte, los Izquierdo abandonaron este mundo sin dejar descendencia, sin dejar a nadie que siguiese su legado, ese legado que debían defender y vengar. Eso sí, con su crueldad y sed de venganza, consiguieron algo que no se les puede discutir, y es que sus nombres y su historia permanezcan ligados para siempre al de Puerto Hurraco.
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