Despertar y percibir que todo a tu alrededor está mal, que tu sueño idílico no era más que eso, un sueño. Mirar tu cuerpo y ser consciente o intentar serlo de que la imagen que el espejo devuelve no es lo que quieres en tu vida, que esas marcas que hoy se tornan violáceas, duelen más por dentro que por fuera. Que ese reflejo de ti misma que tienes delante, te está gritando e implorando que corras, que huyas, que no pierdas ni un solo instante, ni un segundo de eso que se te está escapando como aire entre los dedos, de vida. Tu subconsciente lo sabe, tu ser lo sabe, cada poro de tu piel lo sabe, pero no quieres verlo. No quieres hacerte a la idea de que aquel que más amas, la persona con la que un día decidiste compartir tu vida y tu proyecto de futuro, va a ser tu verdugo. Que estas abocada al peor de los finales. Fíjate si lo sabes, que instintivamente envías las fotos de tus golpes a algunas amigas por si llegase a pasarte algo, que les hablas de miedo, de dolor, de sufrimiento, de cómo has sentidos esas manos que antes te acariciaban dulce y delicadamente presionando tu frágil cuello hasta casi morir. Lo sabes, y sabes que lo sabes, pero sigues pensando que va a cambiar, que puedes cambiarlo, que es una mala racha, que tiene una adicción y con tu ayuda la va a superar, es la mentira que tú misma te cuentas para intentar comprender por qué.
El comienzo del fin
Mica era una chica de 26 años de edad, una mujer que comenzaba a vivir. Tenía sueños, deseos de futuro y muchas ganas de formar una familia, quizás fuesen esas mismas ganas de sentirse querida, de poder engendrar vida, las que por desgracia la llevaron a la muerte.
Micaela Rascovsky. Fotografía cedida por sus padres
Una extraña mañana de abril de 2021, su pareja, hacía una llamada telefónica a la casa de Patricia y Sebas, padres de Micaela. Fue conciso, frío y cruel. Patri descolgó, al ver el nombre de quien llamaba se alertó. No era normal a esa hora. El miedo se le clavó como algo punzante en el cuello y no pudo más que decir: “¿Guido qué pasa, pasa algo, le paso algo a Miki? ” Las palabras que escuchaba al otro lado le quebraron el alma. “No sé qué mierda ha tomado tu hija, pero estoy esperando que llegue criminalística a levantar el cuerpo”, Patricia primero pensó que era una broma de mal gusto. Su mente no podía concebir que su bien más preciado, que aquella flor delicada que ella y Sebas había cuidado con mimo y pasión, ahora hubiese decidido quitarse la vida, no podía ser, su hija no. Mica no.
Micaela Rascovsky. Fotografía cedida por sus padres
Sebas estaba trabajando como cada día, madruga para hacer el reparto. No quiero imaginar como padre que soy, cómo tuvieron que resonar las palabras que lo alertaron. Llegó a su casa y se abrazó a su mujer, ambos cayeron al suelo al instante, inertes, casi sin vida, no se sabía si respiraban o no. Comenzó a llegar familia a casa de los Rascovsky Ortiz, éstos, no se atrevían a entrar, desde la puerta podían observar al matrimonio tirado en el suelo y el miedo los paralizaba. Tal era ese pánico a pensar que también a ellos les había pasado algo, que las hermanas de Patricia pidieron por favor a unos obreros que había en la calle que se acercasen y los tocasen.
Traigan a mi hija
Cuando María, Natalia, tías de Mica, y demás familiares fueron conscientes de lo ocurrido, solo tenían una idea en mente: cómo hacer para que Patricia no se nos vaya también. Estaba siendo tratada con diálisis y se encontraba a la espera de recibir un trasplante de riñón, su estado era sumamente delicado, no podía tomar cualquier medicación, podría descompensarse en cualquier momento. Sebas no era nada, según la familia, una bolita pequeñita tirada en una cama. Pero Patricia tenía una cosa clara, quería que le trajesen a su hija, rogó a su hermana María que por favor fuese y se la trajese, suplicó para que Mica volviese a casa. Eran tiempos difíciles, estábamos en plena pandemia, como digo, tiempos difíciles para fallecer fuese por el motivo que fuese. Se impedía tener contacto con los fallecidos, se impedía velar a cajón abierto, se impedía que los familiares se despidiesen de sus seres queridos. ¿Cómo le explicas a una madre que no va a poder dar el último beso a su hija, que no va a poder darle su última caricia, que no va a poder decirle, “hasta luego, espérame porque nos volveremos a encontrar”?
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