1



Soy leyenda...

María Félix, la fiera de mi niña

By  | 

María Félix nació en Sonora un mes de abril de 1914. Su padre era militar y descendiente de los indios yaqui. Su madre tenía raíces españolas, era tremendamente católica y llegó a tener once hijos (en otras fuentes he leído que fueron quince sus embarazos). María dio muestras de su fuerte carácter, para otros insoportable, desde muy pequeña. Nunca sintió simpatía por sus hermanas a las cuales consideraba un tanto aburridas. Las conversaciones típicamente femeninas de la época le resultaban infumables. Ella deseaba hacer lo que le diese la real gana estuviese o no bien visto. En el colegio, las mojas acabaron hasta la coronilla de ella y terminaron expulsándola.

Si bien no se sentía nada unida con sus hermanas, le pasaba todo lo contrario con su hermano Pablo. Ambos pasaban horas y horas juntos. Cuchicheándose secretos, inmersos en su mundo privado al cual no dejaban entrar a nadie más. Los padres comenzaron a preocuparse por aquella relación tan estrecha y decidieron separarlos para evitar lo que ellos pensaron que podían ser males mayores. Aquello le rompió el corazón a María. Harta de sentirse subyugada por la autoridad paterna, decidió casarse con tan solo diecisiete años.

Tras concebir un hijo, el único que tuvo en toda su vida, y siete largos años decidió divorciarse de su marido. Se marchó con su pequeño a Ciudad de México, donde María trabajó como recepcionista en una clínica para salir adelante. Poco después, su ex esposo fue a visitar al niño y acabó llevándoselo con él. La actriz enloqueció de dolor, y le juró que un día conseguiría ser una mujer influyente en la sociedad y volvería a recuperar a su hijo. Así fue.

María Félix

Todo comenzó mirando un escaparate…

Parece ser, que mientras la bella María miraba un escaparate en Ciudad de México, el cineasta Fernando Palacios quedó prendado de su belleza, y tras tomarse unos segundos para recomponerse, se acercó a ella para preguntarle si le gustaría hacer cine. Ella dijo que sí, pero a su manera. Usó aquel tono altivo y chulesco típicamente suyo que tanto entusiasmaba a los hombres. En 1942, debutó con “El peñón de las ánimas” al lado de Jorge Negrete obteniendo un gran éxito. La figura de María llenaba toda la pantalla, su voz grave y belleza despiadada hipnotizaba a los espectadores. Poco después realizaría “Doña Bárbara”, y desde entonces fue conocida como “la doña”.

Desde ese momento no paró de cosechar éxitos en su carrera. También comenzó a hacer cine en Argentina, Italia, Francia y España. Dijo no a Hollywood cuando le ofrecieron “Duelo al sol” (1946, Vidor) porque tenía otro proyecto en su país. María, orgullosa como era, no tenía ninguna intención de hacer los papeles de india que el cine estadounidense tenía destinado únicamente a los actores hispanos y españoles. “Yo solo hago de india en mi país”, llegó decir en alguna ocasión cuando le preguntaron si se había arrepentido de no hacer carrera en Hollywood. Cuando fue a conquistar Francia con sus inmensos ojos negros, el director francés Jean Cocteau dijo de María: “Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele”. No hay más que añadir.

María Félix

Recibió varias veces el premio Ariel por sus interpretaciones, y continuó en activo hasta el año 1970. La última película que rodó fue “La generala”, de Juan Ibáñez. Después se dedicó a disfrutar de su inmensa fortuna. Únicamente acudía a estrenos o entrevistas para hablar de su carrera y recuerdos. Cualquier evento al que era invitada se transformaba en un merecido homenaje. En México la idolatraban, y aún lo hacen.

Un único perfil

Bajo mi humilde opinión, María Félix realizó un sólo registro interpretativo en toda su carrera. Mujer fuerte, dura, altiva, orgullosa y que enloquecía a los hombres con su impresionante belleza. Tiendo a pensar que , incluso, se interpretaba a sí misma. Quizás en “Vértigo” (1946, Momplet) se distingue por encarnar a una mujer diferente, más humana y tierna que de costumbre. El resto de sus personajes son prácticamente iguales, y los bordaba. El público la amaba y era lo que deseaba que la doña interpretase una y otra vez.

Lamentablemente, fue demasiado esclava de su belleza. Las mujeres tan espectaculares tienden a querer seguir interpretando papeles que en ocasiones no va acorde con su edad. y eso puede hacer que el conjunto del film se resienta gravemente. Ella seguía siendo un bellezón con cincuenta y sesenta, pero con una belleza diferente que a los treinta, y eso, posiblemente, María no lo asumió jamás. Me recuerda un poco al caso de nuestra Sara Montiel.

Los matrimonios de María Bonita

En 1945 se casó con el famoso compositor Agustín Lara. El músico estaba perdidamente enamorado de ella, más bien obsesionado. María lo admiraba profundamente desde hacía años. En su luna de miel en Acapulco, Lara le regaló a su flamante esposa la mítica canción “María Bonita”. Aún hoy suena en los lugares más románticos de vacaciones en México. Su amor solo duró un par de años por culpa de los celos enfermizos de don Agustín.

En 1952, volvió a contraer nupcias con Jorge Negrete después de un tórrido romance. Negrete murió catorce meses después por culpa de una hepatitis. Su matrimonio más longevo fue con el banquero francés Alexander Berger, con el cual estuvo dieciocho años. Una vez más, fue la muerte quien los separó en 1974.

María tuvo todos los amantes que quiso y deseó. Entre su lista de amoríos se encuentra Diego Rivera, Dominguín, el actor argentino Carlos Thompson… También llegó a enamorarse de una mujer :Frede, la directora del cabaret Le Carroll’s en París. Ambas llegaron incluso a vivir juntas en la habitación de un lujoso hotel de la capital francesa. Finalmente, terminaron como el rosario de la aurora y María demandó a Frede para que le devolviese todas las joyas que le había regalado durante la relación. La justicia francesa le dijo a la Félix que santa Rita, Rita, lo que se da no se quita y tuvo que tragarse todo su rencor. Su última pareja fue el pintor ruso-francés Antoine Tzapoff, del cual dijo que había sido quién le había sabido querer mejor de todos sus amores.

Con su hijo Enrique, también actor, siempre tuvo una estrecha y magnífica relación. Lo quiso con toda el alma y siempre dijo a los cuatro vientos que no era en absoluto un niño de mamá. Presumía de la espléndida personalidad de su hijo y también de cuán independiente era. Le molestaba mucho que dijesen que estaba pegado a sus faldas. Lamentablemente, Enrique falleció en 1996 y desde ese instante una parte de María también murió. Nunca dejó de hacer gala de su fuerte carácter y fina ironía. Era consciente de su responsabilidad cómo símbolo de todo un país y lo llevó con orgullo hasta el final.

María Félix y su Hijo Enrique.
María Félix con su Hijo Enrique.

Susana Alba Montalbano - Escritora y articulista en psicologodecabecera.com. Amo el arte, los artistas y que me leas tú.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.