La noche se vislumbraba densa y espesa. El calor seco de agosto había dado paso al húmedo y agobiante, que hace que toda prenda que lleves se pegue al cuerpo, casi como una segunda piel. Septiembre es ese mes raro que está en la frontera, ese mes en el que parece que todo vuelve a cobrar vida, “extraña paradoja”, pues aquél septiembre de 2016 marcaría un antes y un después para una pequeña y tranquila localidad de Guadalajara, una localidad de la que muy pocos habíamos oído hablar, Pioz. Con sus poco más de 3000 habitantes, no era epicentro de historias macabras ni crímenes que saliesen en primera plana de los periódicos, pero aquel 17 de septiembre todo un país lo situaría en el mapa.
Imagen obtenida por la aplicación de mapas de Apple
Un vecino de la urbanización “La Arboleda” no puede dormir, el calor agobiante y pegajoso mantiene una tensa disputa con un olor insoportable que parece provenir de la casa de enfrente, en la calle “Los Sauces”. Inquieto, llama a la seguridad privada de dicha urbanización, que está compuesta por dos vigilantes, los cuales se personan en la puerta de la vivienda de la que parece provenir el hedor. Llaman varias veces a la puerta, pues saben que en ese domicilio habitan, desde hace aproximadamente un par de meses, un matrimonio brasileño con sus dos hijos pequeños, aunque ahora, estando ahí, plantados ante el portón metálico, caen en la cuenta de que hace cerca de un mes que no los ven ni escuchan a los niños.
Imagen realizada por Triun Arts
Uno de los vigilantes decide llamar al dueño de la casa, que residía en Galicia, ya que el matrimonio vivía de alquiler. Este, al contestar al teléfono, les pide a los de seguridad que entren, que lleva aproximadamente un mes que no sabe nada de ellos y que no sabe que puede estar pasando. Estos vigilantes, que tenían la llave para emergencias, abren la cancela y acceden al patio, bordean la piscina y llegan hasta las ventanas que dan al salón, las cuales están echadas. A pulso las levantan, para intentar ver si hay algo dentro y cuando enfocan con sus linternas, el reflejo que estas les devuelven les erizan la piel. Al fondo de la estancia ven unas seis bolsas de basura, las cuales se encuentran sobre un denso charco de un líquido purulento y espeso.
Ilustración realizada por Triun Arts
Asustados y aturdidos por lo que acaban de ver, deciden llamar a la guardia civil, que no tarda en personarse. Estos realizan una llamada al forense de guardia, el doctor Ortigado, al que le dicen algo así como “perdone doctor pero ha aparecido algo en un chalet de Pioz y puede que sean restos humanos”, a lo que el doctor contesta “¿pueden? Cuando lo tengan seguro vuelvan a llamar”. La siguiente llamada que Ortigado recibe no sería ya de la guardia civil, sino del propio Juez de guardia, el cual le indica que acuda a la Arboleda. Cuando el forense llega, junto con el juez instructor, los agentes de la benemérita le han hecho un caminito hacia las bolsas, para intentar minimizar la posible destrucción de pruebas. Ortigado camina como puede por ese sendero estrecho y bien delimitado hasta llegar a la primera de dichas bolsas. Con sumo cuidado y atendiendo a la petición de los investigadores, que le piden que intente no tocarlas por las asas u otro lugar donde el posible asesino hubiese podido dejar huellas o ADN, practica un corte y lo que ve al abrirlo no deja lugar a dudas. Dirigiéndose al juez le dice: “son humanos, aquí se encuentra el tren inferior de un cuerpo masculino seccionado a la altura de la cadera”. El resto de bolsas no arrojarían un escenario mejor. En otra encontraron el tren superior de ese mismo cuerpo, otras dos con el cuerpo de lo que parecía ser una mujer y el horror más indescriptible e inhumano inundó el ambiente denso con un olor a muerte, que podía casi cortarse, en una estancia llena de moscas muertas por todo el suelo, surgió al abrir las últimas dos bolsas. En ella yacía el cuerpo de una niña pequeña, de no más de 4 años, con sus braguitas puestas y los rizos aun copando su cabecita y en la otra, un bebe que no creían superase el año de edad y con su pañal puesto.
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