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Black Mirror: redefiniendo la oscuridad (I)

Charlie Brooker, el creador de Black Mirror, en el momento de su estreno en el ya lejano 2011, comentaba que el objetivo de la serie era alertar, mediante la narración de historias distópicas, sobre el peligro al cual la dependencia tecnológica puede abocar a la humanidad. El Black Mirror aludido en el título de la serie se refiere al reflejo oscuro que nos devuelven los móviles, los televisores, los monitores, etc. Artefactos cotidianos que tienen la capacidad de mostrarnos el lado más sórdido y amoral del ser humano.
Este objetivo inicial ha ido evolucionando junto con la serie, ya que ha pasado de ofrecer capítulos fundamentalmente pesimistas respecto a la relación de la humanidad con la tecnología a otros, como San Junipero, Hang the DJ o incluso Rachel, Jack and Ashley Too, donde esta vinculación termina arrojando resultados más beneficiosos de lo que inicialmente podríamos predecir.

Precisamente, este cambio se produjo cuando la serie pasó de ser proyectada en un canal británico como Channel 4 a formar parte del amplio repertorio global de la plataforma Netflix. Los episodios ingleses, independientemente de la trama, se caracterizaban por el tono oscuro y pesimista, rayando en ocasiones en el nihilismo, así como por una ambientación y un reparto mayoritariamente british. En su transición a Netflix la serie se americanizó, ganó presupuesto, reclutó a directores de prestigio y a un mayor número de actores conocidos, pudo permitirse hacer temporadas más largas y jugar más con el tono y el género de los episodios. Este cambio, seguramente, no solo se debió a una exigencia de la plataforma de ampliar la base de espectadores de cara a un lanzamiento global de Black Mirror, sino que también pienso que se debe a la necesidad por parte de su creador de distanciarse de la etapa anterior. Así, sin ir más lejos, podemos encontrarnos con Nosedive, un episodio satírico con toques de humor, Playtest, un episodio de terror, Shut Up and Dance, un thriller psicológico, San Junipero, un drama romántico, Men Against Fire, que jugaba con el género bélico y los tópicos del cine de zombis y Hated in the Nation, un thriller policiaco. La cuarta temporada siguió por un camino muy continuista respecto a la anterior, aunque empezaba a mostrar signos de agotamiento y evidenciaba que, por muchos giros que se le diera, la premisa tecnológica tenía un límite. Esta tendencia se consolidó con una quinta temporada de solo tres episodios, ninguno de los cuales era especialmente destacable y brillante. Mucha gente, entre la cual me atrevería a incluir a Charlie Brooker, el mismo creador de la serie, la dio por muerta después del estreno de la quinta temporada.

Antes del estreno de la quinta temporada, en 2018, apareció en Netflix Bandersnatch, un episodio interactivo que dio una de las claves en las que se basa la recientemente estrenada sexta temporada: indagar en el pasado como motor narrativo.
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