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Triun Crime

Pioz

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Tras días en Madrid, Walfram comienza a sentir que lo siguen, que alguien estrecha el cerco. Posiblemente los mismos que han terminado con la vida de su hermano ahora irán contra él.

Si el crimen de Marcos y su familia fue por tema de deudas, posiblemente lo busquen para que se haga cargo del monto que dejo a deber. Esa idea no deja de dar vueltas en su cabeza y la mente es el peor de tus enemigos.

Nota que lo observan, ve fantasmas que lo acechan y, con el miedo llamando a su puerta, decide hablar con la guardia civil.

Es claro y conciso, “¿mi vida corre peligro?” pregunta sin dudar al capitán Ángel y al capitán José Miguel, “no me siento cómodo andando por Madrid”, “presiento que algo puede llegar a pasarme”.

Si directa fue su pregunta, más tajante fue la respuesta de los agentes, “su vida no corre ningún peligro, anda y camine tranquilo que nadie va a hacerle nada”.

Imagen tomada en el documental de Triun Arts sobre el crimen de Pioz

En ese momento ni el propio Walfram cayó en la cuenta, pero si tan seguros estaban, con los rumores que corrían sobre el móvil del crimen, no podía ser por otra cosa que no fuese el conocer al autor del crimen y estar seguros de quien lo había perpetrado.

Los días pasaban, aunque la investigación fue rápida, para las familias, cada uno de ellos tenía 48 horas, jornadas interminables en las que no llegaban noticias y noches eternas en las que ni se las esperaba. Hasta que un día, estando en casa de una amiga en Madrid, alguien llama a Walfram por teléfono y le pide que encienda la televisión, que están dando una noticia que va a helarle la sangre y afectara irremediablemente a él y su familia de una forma que ni se imagina.

Al prenderlo, los noticieros abren todos con el mismo titular, el principal sospechoso del crimen de Pioz es un sobrino que vivió con ellos durante una temporada y que ahora se encuentra en Brasil. Los investigadores no tienen dudas de su autoría e implicación en los crímenes.

Walfram no puede creer lo que está viendo, ¿cómo es posible que nadie, de forma oficial, se haya puesto en contacto con él y le comunicase esta información?. Mosqueado, toma el teléfono y llama a los capitanes de la guardia civil, les exige responsabilidades, ya que él es, como bien les dice, el representante de las dos familias aquí, en España, y no ve ético, ni coherente, enterarse de algo así, tan demoledor, por la prensa.

Estos les piden que se tranquilice, le preguntan dónde está y que si le es posible acercarse a Guadalajara. Walfram les dice que si, que pueden llevarlo.

Cuando llega al cuartel, Ángel y José Miguel lo llevan a una sala aparte y allí le muestran la verdad, la verdad que han conseguido desentrañar después de una ardua e intensa investigación.

Le exponen lo que él no podía creer pero que, ante tantas evidencias y pruebas, no puede desmentir.

Como bien le muestran, tienen el ADN de su sobrino, Patrick, en las bolsas que se usaron para envolver los cadáveres, sus huellas, ADN de su sudor y saliva en los cuerpos, huellas de sus zapatillas deportivas en el lugar del crimen, constancia de que su tarjeta de transportes de estudiante se usó el día de los hechos para desplazarse a Pioz y otras muchas que no dejaban lugar ni a la duda ni a la especulación.

Imagen realizada con IA

Como bien nos contó, recibir esa noticia fue dolor sobre dolor.

Él amaba a su sobrino, compartían afición por el futbol, es más, él era su referente para que ese chico de 19 años quisiese hacer carrera en el deporte rey. Él hablo para que se fuese a vivir con Marcos. Los sentimientos se agolpaban en su cabeza, dolor, pena, rabia, ira e, incluso, culpabilidad.

Nada más salir, llamó a su sobrina Hanna, hermana de Patrick, y le dio la noticia que acababa de recibir. Esta, como es lógico, no se lo creía, pensaba que su hermano era usado por las autoridades españolas como cabeza de turco, al no haber encontrado a los verdaderos culpables, pero Walfram le detalló todo lo que tenían en su contra, le explicó que era imposible que fuese una farsa o un montaje para culparlo, que esto era real y que Patrick era un asesino.

Hanna, junto con su abogado, viajaron a España. Querían comprobar que había contra su hermano y si, en realidad, dichas pruebas tenían el suficiente peso y validez como para convencerla de que su hermano era el monstruo que decían que era.

Cuando llegó, se reunió con Walfram en las puertas del juzgado, este la abrazó, la saludó y le dijo que pasase. Él, aun pudiendo hacerlo, no quiso pasar, quiso que Hanna y el abogado tuviesen intimidad, para comprobar por ellos mismos lo que les había explicado.

Todo era tan contundente que, al salir, Hanna solo pudo abrazar a su tío entre lágrimas y decirle, “Tranquilo, vuelvo a Brasil y yo me encargo de mis padres”.

La guardia civil creo que se lo dejó muy claro. Primero, le hizo ver que ni ella ni nadie de su familia, incluidas sus hijas, estaban seguras con un depredador así dentro de su casa.

En segundo lugar, si Patrick no volvía, entregarían la investigación a la justicia brasileña y, posiblemente, terminaría en una cárcel de ese país.

Allí la justicia que existe es la de los presos y, probablemente, el joven no habría llegado ni a cumplir su condena. Terminaría como un asesinato más en el expediente de cualquier otro reo, ya que la justicia penitenciaria entre los encarcelados es clara, “no se perdona a asesinos de niños” y Patrick contaba con dos a sus espaldas.

Dicen que fue tensa la reunión de Hanna con sus padres y su hermano, que aquella noche en el departamento se escucharon gritos y llantos pero, finalmente, al teléfono móvil de los investigadores llegó un mensaje, Patrick se encontraba dentro de un vuelo comercial que ya estaba en ruta, en un asiento determinado.

No avisaron antes, la guardia civil se enteró por ese mensaje cuando ya estaban en el aire pero, aun así, se desplegó el dispositivo y el presunto, hasta entonces, asesino fue detenido nada más tocar tierra, en Barajas.

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Youtuber de cronica negra y true crime

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