
Luces, cámara...¡acción!
“Barbenheimer”, ¿estrategia de márquetin o hermandad sincera?
Quizá no ahora, pero hubo un tiempo (no del todo remoto) en que los estrenos cinematográficos copaban la atención de los adeptos al séptimo arte. Las carteleras de los cines anunciaban películas de nueva factura que, económicamente hablando, se lo jugaban todo en taquilla. Claro está que, si toda la apuesta está en las salas y en la recaudación, el factor márquetin juega una baza de vital importancia. Los estrenos competían inevitablemente: quién coloca el cartel más grande, quién contrata al mejor diseñador, quién hace la campaña más original. No hay que olvidar que el cine es un negocio y las hostilidades, por tanto, están aseguradas. Son sonados algunos casos en los que se han estrenado dos películas sospechosamente parecidas el mismo año: el pique entre DreamWorks y Pixar es ya un clásico y dejó duelos del nivel de Antz vs Bichos en 1998 o El espantatiburones vs Buscando a Nemo en 2003. El propio Christopher Nolan habría de ver como su cinta de 2006 The prestige competía en cartelera con El ilusionista, con Edward Norton como estrella protagonista.
Por supuesto, estos duelos se trasladan luego a los premios, hay varios casos de “robos de Oscar”. Películas que, tanto en su momento como ahora, con distancia temporal de por medio, eran claras merecedoras del premio de la Academia por clamor popular y se quedaron, inexplicablemente, sin la estatuilla dorada. Hablamos, por ejemplo, de Salvar al soldado Ryan que, en 1998, perdía frente a Shakespeare enamorado o la que ahora es todo un clásico, Uno de los nuestros, que se quedó sin galardón ante Bailando con lobos en 1990.
Las plataformas vinieron después a diluir un poco estas competiciones. Ahora los números responden a otros varemos y los estrenos son menos sonados. Sin embargo, lo que hemos presenciado este último fin de semana con dos películas de estreno ha sido del todo atípico. Christopher Nolan volvía, tres años después de Tenet (película que no llegó a calar del todo entre algunos sectores de crítica y público), con Oppenheimer, un thriller histórico que los tráileres presentaban oscuro y serio y que levantaba gran expectación. Por otro lado, Greta Gerwing que cuenta con cintas de la calidad de Lady Bird (2017) o Mujercitas (2019), se lanzaba a superproducir un largometraje sobre la famosísima muñeca Barbie. Había entre el público, hay que decirlo, cierto reparo cuando se anunció Barbie pero los primeros adelantos disiparon las dudas proponiendo un tono satírico y crítico que acabó de convencer a los reacios.
A priori, tenemos dos estrenos simultáneos pero muy distintos que, en teoría, no tendrían por qué competir entre sí. En redes sociales, los espectadores comenzaron a ironizar sobre lo distintas que eran las películas y a posicionarse con una o con otra pero lo que nadie esperaba es que esta polarización diera una vuelta completa y, en vez de hacer humor con la diferencia, los espectadores se lanzaran a unir ambas películas proponiendo el disfrute de ambas en toda su esencia.

¿Estrategia de márquetin?, no pondría la mano en el fuego porque todos vimos esta tendencia nacer de la propia gente, de sus memes. ¿Los mismos espectadores, a través del humor, les han hecho la campaña gratis a los dos estrenos?, sin ninguna duda. Sin embargo, el resultado ha sido indudablemente positivo. El medio “Comscore” proclamaba en un tuit que, este fin de semana, han acudido al cine 1,6M de espectadores siendo el mejor registro de asistencia desde noviembre de 2019. Así mismo, el usuario @SitoCinema tuiteaba la recaudación de cada producción y llegaba a la misma conclusión: “El cine ha ganado eso es lo que importa. #Barbenheimer es historia”. Un respiro, sin duda, para un Hollywood atravesado por las huelgas de varios de sus sectores de trabajo.
¿Quién lo diría?, al final la clave del éxito no estaba en la competición capitalista extrema y en la polarización del espectador sino en la comunión cultural (veamos si dura la tendencia…).
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