
Reportajes y artículos
Hollywood: un verano de “película”
Los millones de espectadores que dan por bueno el axioma de que no hay cine verdadero más allá de Hollywood podrían haberse inquietado con algunas señales provenientes de California. A la huelga del Sindicato de Guionistas de Estados Unidos, que estalló el 2 de mayo, se sumaron el 13 de julio los actores de cine y televisión. Acusan de abuso, o sea, de paga insuficiente y malas condiciones de trabajo a las productoras y, ahora también, a las plataformas de streaming.

No deja de sorprender la actitud militante ―pues otra cosa no parece― de muchas luminarias para con sus colegas. Los actores de Oppenheimer, de Christopher Nolan, se retiraron de escena la noche del estreno de la película, en Londres, el 21 de julio, indicando un completo respaldo a sus colegas. La productora de Indiana Jones 5, Kathleen Kennedy, declaró justa la huelga de guionistas durante una comparecencia en el festival de Cannes. Ultra-famosos como Meryl Streep, Leonardo DiCaprio, Arnold Schwarzenegger, Nicole Kidman, Jennifer López y Ben Affleck, entre otros, han donado grandes cantidades a los huelguistas. Podía parecer que, en plan de millonarios, sus zonas de confort eran inmunes a reclamos sindicales, pero no.
UN CRIMINAL A POSTERIORI Y UNA MUÑECA REDIVIVA
Pero Hollywood se reinventa, qué duda cabe. Paralelo a las huelgas de escritores y actores, marcha la exhibición de dos películas que ya amenazan con reventar las cotas de recaudación en cines y en las plataformas digitales. La primera es Oppenheimer, una biopic del líder del equipo que creó la bomba atómica, J. Robert Oppenheimer, a partir del libro American Prometeus, de Kai Bird y Martin J. Sherwin.

La otra es Barbie, de Greta Gerwig, que, filmada esta vez con actores, introduce, en un contexto de cultura pop que alguien llamaría insustancial, atendibles puntos de vista en relación con el feminismo. Anne Thompson calcula en IndieWire que ambas películas serán importantes contendientes en los premios Oscar, y eso, en varias categorías. Tras recordarnos que los votantes de la Academia del Cine aman las películas históricas, así como las biográficas, observa que igualmente aman la originalidad, de modo que Oppenheimer y Barbie, cuya factura es incontestable, van a por todo.
UNA OPERACIÓN ANTI-RUIDO
Otra es la situación suscitada en torno a Sound of Freedom, de Alejandro Monteverde, que, si bien no es una biopic, sí se basa en hechos probados y dolorosos. La película recrea la batalla ―real y metafóricamente hablando― de Timothy Ballard, ex agente de Seguridad Nacional de Estados Unidos, contra la trata infantil. Sin embargo, parece que la historia ―de inevitable crudeza― no es lo que se dice Hollywoodly correct. Estrenada significativamente el 4 de julio, día de la Independencia de los Estados Unidos, chocó desde un inicio con la negativa de las grandes productoras y distribuidoras, que se negaron a tratar con sus realizadores.
Así, Sound of Freedom pasa por los cines con una promoción casi underground, de manos de Angel Studios Inc., una distribuidora más bien discreta. El boicot de Hollywood ha sido denunciado por actores como Mel Gibson y por políticos como el controvertido Donald Trump. Incluso aquellos que tratamos de leer entre líneas, podríamos considerar que el “malestar” que presuntamente manifiestan las instancias oficiales de Hollywood, no es una invención de los realizadores de Sound of Freedom, en procura de regalías.

Entre huelgas, bloqueos y recaudaciones a manos llenas para algunos pocos inversionistas, transcurre este verano en Hollywood, una meca con asterisco. Porque si bien es imposible pensar en el cine sin lo que se cuece en Los Ángeles, en muchos otros sitios, con más o menos eficacia y ―eso sí― con mucho menos dinero, se filma también para la Historia.
Narrador, poeta, periodista, editor, lector, amante del cine y de la fotografía (que no es lo mismo, pero es igual). Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
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