
Historias oscuras del más acá
El crimen de Alcácer
A las 6 de la tarde, tres amigas se disponen a hacer autoestop para acudir a una discoteca de Picassent, llamada Coolor. No obstante, jamás consiguieron llegar a su destino. Lo que pasó fue realmente aterrador, dos jóvenes decidieron detener su vehículo a la altura de la carretera e invitaron a las chicas a subir. Estas aceptaron, pero no eran conscientes del fatal desenlace que iba a suceder. Mientras dialogaban contentas en el coche, Miriam, Toñi y Desiré pensaban pasar una tarde inolvidable, contando sus batallitas.
Miriam: – “Vamos a pasar una tarde estupenda, tengo ganas de bailar”.
Toñi: – “Sí, va a ser un día maravilloso, me hace mucha ilusión estar con vosotras”.
De repente, todo se truncó cuando uno de los jóvenes dijo: – “Quiero silencio, por favor”. Las jóvenes se asustaron demasiado porque las formas empleadas por Antonio Anglés no eran las más adecuadas en ese instante. Acto seguido, un silencio sepulcral invadía el interior del vehículo, la tensión era máxima. El pánico se acrecentó cuando las tres chicas observaron, con sus propios ojos, que el coche no se detenía delante de la discoteca, sino que seguía unos metros más allá. En ese instante, una voz entrecortada decía:
Desiré: – “¿Dónde vamos?”
Miguel Ricart: – “Quiero que estéis en silencio, si gritáis me veré obligado a cerrar vuestras bocas”.
Miriam: – “Estamos muy nerviosas, necesitamos una explicación a todo esto”.
Antonio Anglés: – “En llegar a la montaña, recibiréis una respuesta”.
Un sentimiento de angustia insoportable se apoderó de las niñas, los gritos eran ensordecedores, reclamando que querían bajar a la vía y seguir con sus vidas. Ellas, muy aterradas, confiaban en un pequeño atisbo de esperanza, que nunca llegó. Por el contrario, los jóvenes se mostraban tranquilos, con una gran sangre fría, a cada instante subían la música de la radio para evitar que la policía u otros conductores pudieran sospechar del secuestro.
El final del trayecto ya estaba cerca, entre las montañas que cubrían el embalse de la localidad de Tous, en Valencia. El vehículo se introdujo por un camino escarpado y poco propicio para la conducción. De forma despectiva, Antonio Anglés se refirió a las muchachas de la siguiente manera: – “Pronto dejaréis de ver la luz, las tinieblas se apoderarán de vosotras, sois unas mocosas”.
Las muchachas en lugar a amedrentarse, trataron de plantar cara al joven. Además, continuamente, golpeaban con fuerza las puertas del vehículo y los cristales para tratar de escapar, de hecho, consiguieron hacer trizas el cristal derecho de la parte trasera.
Toñi: – “No vais a poder con nosotras, escaparemos y todo el mundo reconocerá vuestra identidad, os vais a pudrir en la cárcel”.
Estas palabras enfurecieron muchísimo a Anglés, el monstruo, que optó por salir del vehículo y coger un tronco que había tirado en el suelo. Este material fue introducido con fuerza en la parte trasera del vehículo, llevándose de por medio los rostros de las muchachas. La sangre empezaba a brotar por la ropa de todas ellas. Empapadas de lágrimas, apenas podían articular palabras. De todos modos, una de ellas se armó de valor.
Miriam:- “¿Por qué nos haces esto?”
Miguel Ricart: – “Por mera diversión, vamos a pasar una noche inolvidable”.
El amordazamiento se llevó a cabo nada más dejar el vehículo. Anglés fue el encargado de amenazar a las chicas, aprovechándose de su indefensión. Incluso llegó a depositar sus restos de orina encima de ellas. Las jóvenes no daban crédito acerca de lo que estaba sucediendo; mucho menos cuando fueron obligadas a entrar en una casa abandonada. Allí se llevaron a cabo todo tipo de atrocidades inimaginables. El nivel de tortura fue apabullante, las chicas acabaron completamente ensangrentadas y perdieron la vida a causa de tantos golpes y menosprecios. Las caras de las mismas estaban completamente desfiguradas, también se encontraron restos de semen en sus partes íntimas, indicio de violación.
Meses más tarde, fueron descubiertos los cuerpos sin vida de las chicas, estas se encontraban cubiertas por unas sábanas en mitad de la montaña, como si se tratara de simple estiércol que alimenta el terreno y sirve de abono. El hombre que, por desgracia, se encontró con los cuerpos llegó a admitir que esa imagen le produjo una sensación de intranquilidad que perduraría por siempre en su retina. Esto no acaba aquí, Anglés sigue en paradero desconocido, no se sabe qué ocurrió con él, evidentemente, se presupone que huyó del país después de cometer semejante salvajada. Las múltiples investigaciones nos acercan a un posible suicidio del mismo, pero no existe una certeza de ello. En cambio, Ricart fue capturado años más tarde.
Sin lugar a duda, esta historia fue un despropósito que condicionó a la ciudad de Alcácer, donde sus habitantes todavía recuerdan el episodio más sangriento y terrible que ha sucedido en las zonas aledañas al municipio. Ante una desgracia tan horripilante, las secuelas no han desaparecido. El miedo siempre será una huella de identidad de los ciudadanos. En señal de recuerdo, existe una escultura en Alcácer que hace referencia a las tres adolescentes brutalmente asesinadas.

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