
Luces, cámara...¡acción!
Cuarenta años de la compañía Atalaya: el teatro como resistencia
Los que intentamos seguir las agendas culturales al máximo sabemos que se trata de una carrera de fondo y, en la mayoría de los casos, perdida. Siempre queda una película pendiente, un libro por leer, un disco por escuchar… pero parece que nuestra asignatura pendiente como consumidores culturales es siempre la misma: el teatro. Según el periódico La Vanguardia, “La tasa anual de asistencia a los espectáculos en directo de artes escénicas o musicales se situó entre 2021 y 2022 en el 19,9%, un 26,7% menos que la alcanzada en el último periodo de tiempo con datos oficiales: el concerniente a los años 2018 y 2019, cuando fue del 46,8%.”
La oferta teatral es, usualmente, mucho más subterránea que otras, es decir, es fácil ver en la televisión un anuncio sobre el próximo estreno cinematográfico, los libros tienen gran predicamento, funciona el boca a boca, las ferias del libro rompen récords… sin embargo, es complicado, si uno no pone de su parte, estar al tanto de las novedades en cuanto al teatro. No es culpa de los trabajadores del sector, por supuesto, está todo sujeto (cómo no) a lo económico, a la financiación y a, en último término, grado de compromiso de las instituciones con la cultura y sabemos, por desgracia, que no suele ser muy elevado.
Una vez establecido el panorama y visto que el campo de juego no es muy favorable, es nuestro deber celebrar y dar voz a noticias como la que se conmemoró ayer: el cuarenta aniversario del grupo teatral sevillano Atalaya. Fundada en 1983 por Ricardo Iniesta es una de las compañías que soportan el peso de la escena teatral andaluza. Fue galardonada con el Premio Nacional de Teatro en 2008 “por la creación de un espacio original de exhibición, producción, formación y reflexión teatral, resultado de una larga trayectoria profesional”. Cuenta con veintiséis espectáculos que se han llevado a las tablas en ciudades de cuarenta y tres países distintos.
La compañía ha adaptado a autores universales desde Lorca (Así que pasen cinco años en 1986 o La casa de Bernarda Alba en 2019) a Maiakovski (La rebelión de los objetos en 1986) o Bertolt Brecht (Madre Coraje en 2013) y sin perder nunca de vista el compromiso con la investigación teatral.

El grupo Atalaya es solo un ejemplo del engranaje escénico español que funcionaría mejor con más visibilidad. Este artículo es solo una modesta contribución a poner nuestra cultura bajo el foco y es, también, un reclamo: vean teatro, acudan a las salas. En la web de RTVE o en YouTube hay oferta teatral audiovisual gratuita y es una buena forma de empezar pero el teatro necesita de la relación intérprete-espectador. Necesitamos acudir a los teatros porque es una forma de resistencia, porque solo desde la butaca se asume por entera la reflexión sobre lo que se está viendo. Frente a alienación y la prisa, el cara a cara; frente al rodillo consumista, pensar y sedimentar el arte; frente a la censura de, por ejemplo, Virginia Woolf (si, en nuestro país, en 2023) y frente a la incultura de algunos, teatro, teatro y teatro.
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