
Buscando Shangri-La
El misterio del códice Voynich
En 1912, un colegio jesuita italiano ofreció al tratante de libros Wilfrid Michael Voynich un manuscrito antiguo que inmediatamente llamó su atención. Decidió comprarlo para llevarlo consigo a Inglaterra e intentar descifrar todas las rarezas que vislumbró entre sus páginas. Wilfrid, se había convertido en un gran experto en libros antiguos y raros, así que en cuanto ojeó un poco su nueva adquisición creyó ver en él un importante contenido alquímico por descifrar.

La historia del manuscrito
El códice data del siglo XV, está escrito en un lenguaje extraño que hasta el día de hoy nadie ha sido capaz de descifrar. Además, se desconoce quien pudo ser su autor. El emperador Rodolfo II (1552-1612) compró el manuscrito, posiblemente junto a algún libro más, por la desorbitada suma de seiscientos ducados. El emperador era muy religioso, pero también amante de la alquimia y las ciencias ocultas como su tío Felipe II. Por lo tanto, no es extraño que el libro llamase inmediatamente su atención. Intentó que lo descifraran los sabios de su corte, pero sin éxito.
El siguiente propietario fue Jacobus de Tepenec, un químico y farmacéutico muy apreciado por Rodolfo II. Jacobus curaba al emperador de sus dolencias, y es posible que el códice le fuese entregado para saldar alguna deuda que el emperador tuviera con él. El nombre del químico es visible con luz ultravioleta en las páginas principales del libro, probablemente, Jacobus lo escribió para dejar claro que era una de sus posesiones.

En 1639, el libro pertenecía a George Barschius, alquimista checo que también pululó durante un tiempo por la corte del emperador Rodolfo II. Él fue quien decidió enviar una transcripción del manuscrito al famoso criptógrafo y jesuita de la época Athanasius Kircher. El jesuita lo intentó, pero fue incapaz de descubrir los secretos que se guardaban tan celosamente entre las páginas del libro.
En manos jesuitas
El manuscrito fue donado a los jesuitas del Colegio Romano en 1651, allí lo cuidaron y protegieron del paso del tiempo hasta que en 1912 lo compró Wilfrid Voynich. Tras la muerte de Voynich y su esposa, el libro fue heredado por la secretaria del tratante y amiga íntima del matrimonio. La secretaria, lo vendió en 1961 a un anticuario neoyorquino por la nada desdeñable suma de casi veinticinco mil dólares. Por último, en 1969, el códice fue donado a la biblioteca de la Universidad de Yale, donde permanece en el actualidad.
Yale, digitalizó el manuscrito a principios del siglo XXI. Después, mostró imágenes gratuitamente durante un tiempo para que los amantes de la cultural pudiesen disfrutarlo. En el 2015 se decidió hacer facsímiles del códice, y para ello se eligió a la editorial española Siloé , la cual puso en circulación 898 ejemplares del códice Voynich. Si tienes ahorrados unos cuantos miles de euros, puedes quedar con un comercial de Siloé para que te enseñen el facsímil en persona y puedas tocarlo. La verdad es que las imágenes que ofrece la página web sobre el manuscrito son fascinantes… pero por el momento me tendré que conformar con soñar con él.

¿Cómo es el códice Voynich?
Estéticamente, es un libro bellísimo. Consta de doscientas treinta y dos folios organizados en dieciocho cuadernos. Una vez analizados los dibujos que cuajan sus hojas, se cree que dichos cuadernos son tratados sobre cosmografía, química, botánica, medicina y recetas alquímicas. Las imágenes, no cabe duda, se dibujaron de manera exquisita y detallada. Algunas de ellas se han conservado espléndidamente, y por las tonalidades utilizadas, se deduce que el autor era una persona de posibles.
En el siglo XV, no estaba al alcance del bolsillo de cualquiera conseguir ciertos colores para dibujar. Podemos encontrar dibujos que se refieren a los signos zodiacales, mujeres desnudas mostrando una especie de baño ritual, plantas preciosas que no se han conseguido identificar, constelaciones inexistentes… También posee varias páginas desplegables de gran belleza.
¿Qué métodos se han utilizado para intentar descifrarlo?
Muchos se han enfrentado al reto de descubrir cuál es su contenido sin éxito. Se ha intentado dar un valor numérico a cada letra, y también se han usado tarjetas perforadas programadas por ordenador. No se consiguieron resultados.
Algunos, consideran que se trata de un idioma desconocido al que han bautizado como voynichés. Otros creen que quizás pueda tratarse de un latín abreviado, ingles medieval cifrado, un dialecto germano desconocido, ucraniano con letras latinas, y recientemente, aseguraron que se trataba de un lenguaje extinto anterior a las lenguas romances.
Lo único en lo que parecen coincidir los investigadores, es que el libro lo escribió una única persona y que además era zurda. Por esta razón, durante un tiempo pensaron que el autor había sido Leonardo da Vinci. Hay teorías que señalan a los cátaros y, como no, siempre hay un pelmazo que saca a colación a los extraterrestres. Actualmente, se está utilizando la inteligencia artificial para intentar descifrar el voynichés, y parece ser que todo apunta a que está relacionado con el hebreo.

No han faltado voces que apuntan a que, en realidad, el códice no guarda ningún significado importante por el simple hecho de que fue creado con la intención de estafar a algún incauto y crédulo de buena posición. Según esta hipótesis, le intentarían engañar asegurándole que el manuscrito guardaba los secretos de la eterna juventud, la fórmula de convertir las piedras en oro y recetas contra la infertilidad.
De ser así, posiblemente estaría escrito con palabras sin sentido, puestas de manera aleatoria, y mezclando lenguas. No deja der ser una hipótesis más, pero de ser cierta, pienso que se tomaron demasiadas molestias en cada página del manuscrito. No me convence. Es un misterio que continuará sin resolverse durante mucho tiempo más… quién sabe si para siempre.

Susana Alba Montalbano - Escritora y articulista en psicologodecabecera.com. Amo el arte, los artistas y que me leas tú.
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