
Soy leyenda...
Retrato inconcluso de Virginia Woolf
Hoy nos pondremos serios: hablaremos de Virginia Woolf. La atormentada teórica del feminismo que fue escritora vanguardista. La inglesa cuyo camino al suicidio estuvo sembrado de creatividad, muy a su pesar en algunos casos. La precursora, la que exigió tener un cuarto propio y la posibilidad de cerrarlo desde dentro. Que los mejores espectadores de Barbie o de Indiana Jones son aquellos que además leen a Unamuno. Sin prejuicios ni hacia un lado, ni hacia el otro.
¿Qué fue más intensamente Virginia Woolf, escritora o feminista? He aquí una interrogante que nos puede enmarañar. Encerrada en su presunta habitación ¿se dedicaría solo a redactar ficciones? La respuesta, en todo caso, no somos nosotros quienes debemos formularla. En eso consiste poseer derechos: en decidir.

Nació en Londres en 1882. Se atrevió a quitarse la vida en Sussex en 1941, como consecuencia de tormentos cotidianos y abstractos, a partes iguales. Rompió sabiamente con los presupuestos de la narrativa tradicional, no por fanfarronería, sino como un llamado de su propia angustia. Recompensó a los lectores contemporáneos y futuros con obras como La señora Dalloway, Al faro y Orlando, lo que hubiera bastado para colocarla al lado de su vecino James Joyce.
LA HERMANA DE SHAKESPEARE
A finales de 1929 Virginia Woolf recogió en un libro seis conferencias impartidas en universidades para chicas. Lo que en un inicio se había llamado “Mujeres y ficción” se concentró en uno de los manifiestos más profundos del feminismo, entre otras cosas, porque no se trata de un reclamo partidista. Nació así A Room of One´s Own, que se ha traducido indistintamente como Una habitación propia o Un cuarto propio. El reclamo de un lugar para estar a solas consigo puede parecer superfluo ahora, incluso si proviene de una mujer. Pero en las primeras décadas del siglo XX, esa exigencia resultaba un desafío al patriarcado y como tal se le tomó. Poseía un simbolismo demoledor y refinado; era irónico y culto ―valga la redundancia― y sus parábolas eran tan versátiles que llamaron la atención de gente “estudiada”, como de otra más pragmática.

Concretamente, Virginia Woolf repasa en su libro la vida de importantes escritoras que la preceden, entre las que destacan Jane Austen y las hermanas Brontë. Para probar su teoría le inventa a William Shakespeare una hermana y lanza una pregunta inquietante: de haber tenido el bardo una ¿habría podido ella ser el sol de la literatura en lengua inglesa? La respuesta es obvia, pero la argumentación es demoledora. La mujer es objeto de culto solo en los libros: se le dedican versos, se le compara con diosas, pero en la vida monda y lironda se le niegan escandalosamente los derechos.
A CHLOE LE GUSTABA OLIVIA
Orlando, una biografía, es probablemente el libro más conocido de Virginia Woolf. Publicado en 1928, relata ―dicho rústicamente― la historia de un joven instruido y mujeriego que tras un sueño de siete días despierta convertido en mujer. Esta novela contiene detalles de la existencia de Vita Sackville-West, poetisa y amante de Woolf. Comprende, entre muchas otras cosas, una mordaz denuncia a todos los biógrafos británicos de la época, encallados en la glorificación del sujeto masculino. Y una reivindicación de la mujer, no faltaba más. Sagaz y sorprendente, como era de esperarse.

El tiempo, el implacable, no siempre pone las cosas en el lugar debido. Al menos desde la perspectiva del presente. Virginia Woolf parece haber entrado al club de los clásicos que se han dejado de leer, o cuando menos, de los que han sido penados con las academias y los congresos. Sería una lástima. En la primavera de 1941, habiendo perdido su casa debido a los bombardeos alemanes, decidió marcharse. Se entró de tarde en el río; la sacó muerta el doctor.
Narrador, poeta, periodista, editor, lector, amante del cine y de la fotografía (que no es lo mismo, pero es igual). Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
0 comments