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Mitomanía: ¡Necesito mentir!
Todos utilizamos la mentira en mayor o menor medida. En cierta forma, es una herramienta social que nos ayuda a zafarnos de alguna situación que nos incomoda. Muchos de nosotros también usamos la mentira para evitar ser desagradables, por ejemplo: si hemos quedado para ir a tomar un café con una persona con la que no tenemos demasiada confianza y de pronto nos da pereza ir, es más educado disculparnos con una mentira que confesarle nuestra vagancia. Cuando nuestro jefe nos pregunta si nos importa salir más tarde del trabajo porque necesita nuestra ayuda…le diremos que no nos importa aunque estemos deseando soltarle a la cara que nos parece una persona abusiva. Como veis, es parte del juego social. Otra cosa muy diferente es hacerse un profesional de la mentira y convertirla en la única herramienta con la que enfrentarse a la vida.
¿Qué es un mitómano?
La palabra se compone de dos lexemas griegos: mito y manía. El primero significa ficción, y el segundo se refiere a la tendencia a tener un comportamiento caprichoso o desordenado por algo. Por lo tanto, un mitómano es alguien con un tremendo deseo compulsivo de mentir.
Normalmente, sus mentiras tienen una base de verdad y a partir de ahí comienzan a crear su propio relato. Suelen ser personas cuya autoestima es baja y no son muy hábiles socialmente hablando. Con las mentiras se sienten seguros, gracias a ellas se pueden convertir en el centro de atención. En sus mentiras siempre quedarán en un lugar excelente. Serán los mejores hijos, padres, amigos, y también los más sacrificados. Casi se podría decir que en su mente forjarán todo un plan de marketing para crear una reputación envidiable.
Sus trolas pueden llegar a ser muy elaboradas y con una cantidad de detalles sorprendentes. Eso sí, dependiendo de a quién se lo cuenten variará un poco el relato. Es decir, según la situación y lo que pretendan sacar de ella, darán una versión u otra de la misma mentira.¿Qué tipo de mentiras suelen contar?
¿Qué tipo de mentiras suelen contar?
Resumiendo mucho, podríamos decir que existen dos tipos de mitómanos: el que desea quedar como un héroe y el que se siente cómodo en el papel de víctima. En el primer caso, desean conseguir la admiración y reconocimiento de cuantos les rodean, y en el otro, buscan la empatía. Suelen estar tan imbuidos en su espiral de mentiras, que incluso algunos llegan a creerse todas las falsedades que cuentan.Una vez que el entorno del mitómano detecta esta enfermiza afición a las mentiras, intentan que se ponga en manos de un especialista para solucionar su adicción. No es nada fácil. El mitómano no suele reconocer que miente, ellos no sienten que tenga un problema que deban solucionar. Muchos acuden al psicólogo para dar gusto a sus seres queridos, pero no se la toman en serio y terminan abandonándola. El tipo de terapia que se suele usar con ellos es la cognitiva-conductual. El terapeuta intenta que el paciente se acepte a sí mismo, y además, que poco a poco vaya reduciendo la cantidad de mentiras diarias. Nada fácil para alguien que desprecia su realidad…Casos famosos de mitómanos
En España tenemos los casos de Enric Marco y Alicia Esteve. Marco se inventó que había sufrido las torturas del campo de concentración de Flossenbürg. Mantuvo su relato durante años, e incluso impartió numerosas charlas y conferencias. Fue un historiador el que descubrió sus mentiras, y Marco, abrumado por las pruebas que los señalaban como un farsante, no tuvo más remedio que reconocer que había mentido. En realidad, fue un trabajador voluntario al servicio de la industria bélica del Tercer Reich. Alicia Esteve hizo creer al mundo que había sido una de las supervivientes del 11-S. Se fabricó una identidad falsa, y aprovechó las graves secuelas que padecía en uno de sus brazos tras sufrir un accidente de tráfico para dotar de veracidad su relato. Llegó a presidir una asociación de víctimas, y fue agasajada por el propio alcalde de Nueva York. Esta vez, fue un periódico el que descubrió toda la verdad de Alicia. Los verdaderos supervivientes estaban indignados. Más terrorífico es el caso de Jean Claude Romand. Este ciudadano francés, engañó a su familia durante 18 años al decirles que era un alto funcionario de la OMS. En realidad, se dedicaba a estafar a la gente vendiendo medicamentos milagrosos y ofreciendo inversiones fraudulentas. Cuando la familia estaba a punto de descubrir la verdad, no lo soportó. Asesinó a su mujer, sus dos hijos pequeños, y a sus padres. Después decidió suicidarse prendiendo fuego a la casa con él dentro. Finalmente fue rescatado. Tras pasar varios años en la cárcel, decidió recluirse en una abadía benedictina. Si yo fuese uno de los frailes me andaría con ojo…,¿Y vosotros? ¿Habéis conocido el caso de algún mitómano en vuestro entorno? ¿Quizás lo eres tú? ¡Cuéntanos!
Susana Alba Montalbano - Escritora y articulista en psicologodecabecera.com. Amo el arte, los artistas y que me leas tú.
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