
Luces, cámara...¡acción!
“El club de los lectores criminales”, Netflix con firma española
El pasado 25 de agosto llegó a Netflix un nuevo estreno: un slasher de marca española. Su director, Carlos Alonso vuelve al género después de que en 2013 estrenara Los inocentes, esta vez, adaptando una novela de Carlos García Miranda con el mismo título: El club de los lectores criminales.

La historia de la película se amolda perfectamente a su género: un grupo de estudiantes universitarios fans del terror que acuden todas las semanas a un club de lectura participan en una broma con disfraces que sale muy mal, pues acaba desencadenando un accidente mortal. Tras el asesinato involuntario, los estudiantes deciden establecer un pacto de silencio, sin embargo, su secreto se verá amenazado cuando empiecen a recibir mensajes anónimos de alguien que parece conocer la verdad y amenaza con hacerla pública escribiendo una novela de terror sobre el grupo. La cosa no queda ahí, como en todo buen slasher, las muertes deben sucederse y este escritor anónimo amenaza con matar a uno de los chicos por cada capítulo del libro. A partir de este momento comienza la trama prototípica: la sospecha y la desconfianza se apodera de un grupo que sabe que, entre ellos, está el asesino.

Carlos García Miranda ha sido guionista de series míticas en este país como Física o Química (2008)y El Internado (2007) así que se le presupone cierta destreza en el manejo de personajes adolescentes. Sin embargo, en esta película en clave slasher ni el guion ni la dirección son elementos que brillen demasiado. Quizá la cinta peca de ser demasiado “netflixana”, es decir, no hay mucho estilo personal en ella: una producción genérica y un argumento quizá demasiado calcado de otras películas del género. Es verdad que el slasher se mueve siempre entre la copia, la parodia y el homenaje y El club de los lectores criminales tiene todo eso, empezando por unos personajes extremadamente estereotipados que en ningún momento conectan con el espectador (lo que puede ser una ventaja a la hora de verlos morir, pues la falta de empatía desplaza el momento traumático y deja solo el placer de asistir al gore en pantalla). En definitiva, puede ser una buena película para poner de fondo en Halloween (a su favor juega que dura solo 89 minutos) pero no aporta nada nuevo (ni siquiera el asesino tiene demasiado interés como icono pop) a un género que está intentando renacer en los últimos tiempos. Yo, de momento, me quedo con otros acercamientos más renovadores como el de Ti West con X y Pearl (2022) o la últimas entregas de Terrifier (2016 y 2022).

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