
Reportajes y artículos
Mis viajes en el tiempo: Rasputín, el hombre invencible.
El trastero de mi mente y el disco de estado sólido de mi memoria han entrado en estado de alerta. Si no comienzo a registrar mis experiencias en algún medio, siento que voy a colapsar. Siempre creí que lo mejor sería mantener todo en secreto, pasar desapercibido, guardarlo todo para mí, porque sería difícil convencer a los demás de que mis relatos son verdaderos -si es que ese es el objetivo-. Pero, en realidad, no necesito la aprobación de nadie. Como he dicho, vengo a contar mis experiencias como viajero en el tiempo porque he descubierto que la capacidad de almacenaje de nuestra mente no es infinita, y antes de un ictus, prefiero la “maldición” de ser reconocido como un falaz cuentista. Hoy toca Rasputín.
Breves detalles de mi forma de proceder
Nunca revelaré de qué manera he conseguido viajar y conectarme con los hechos del pasado. Aunque mi forma de proceder se parece un poco más a la máquina del tiempo de H.G. Wells que a la del Doc. Emmet Brown. Nada de agujeros de gusano ni artilugios demasiado científicos. Pero así es que logro recorrer los miles de años que la humanidad lleva en la Tierra. La única premisa que mantengo es la de “no tocar nada, no hablar con nadie, y que mi presencia en otras épocas no sea advertida por nada ni por nadie”, porque, sino, entraríamos en una paradoja temporal y, tal vez, tu no estarías leyendo esto ni yo lo habría escrito.
Rasputín
Pecaría de arrogante si diera por sentado que todos mis lectores saben de quién estoy hablando o, mejor dicho, con quién me encontré durante aquella gélida noche del año 1916, en San Petersburgo. Era la primera vez que utilizaba mi Nave Fuera de Tiempo, ese elemento a través del cual me muevo en esa cuarta dimensión que describió Albert Einstein, el espacio-tiempo.
Lo cierto es que intentaba probarla y, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, aparecí sentado sobre la nieve, en una noche muy oscura y lúgubre. Apenas pude reconocer la silueta de algunos árboles, y unos pocos arbustos que sobresalían de un grueso manto de nieve. Miré hacia mi alrededor. Eso definitivamente, era un gran campo o, en realidad, un gran jardín. Sí, era el jardín de un majestuoso palacio. Y antes de que pudiera sacar más conclusiones, la figura de un hombre alto, flaco, de barba prominente y con cierta dificultad para caminar, se acercaba hacia mí. El hombre parecía estar huyendo porque, con las pocas fuerzas que le quedaban, cada tanto, miraba por encima de su hombro, como a la espera de que sus perseguidores lo alcanzaran.

Y así fue. Un grupo de hombre bien vestidos, dignos de la nobleza, redujeron sus pasos al encontrarlo, y sin mediar palabras, uno de ellos le disparó en su hombro, el hombre barbudo cayó al suelo, y allí fue rematado de un tiro en la cabeza. Mis ojos no daban crédito a lo que veían. No pude contener mi respiración, agazapado, contra el tronco de un árbol; y el asesino giró su mirada hacia donde yo estaba, pero la penumbra me protegió. Cerré los ojos y cogí la NFT, la apreté fuerte y me volví al presente.
El verdadero hombre invencible
Necesitaba saber dónde había estado y quién era aquel hombre asesinado. ¿Y sus asesinos, quiénes eran? Una investigación muy básica me aclaró bastante las ideas. Había presenciado el asesinato de Rasputín. Sí, aquel hombre era el místico ruso que el zar Nicolás II había seleccionado como hombre de su confianza, por haber curado la enfermedad de su hijo, a fuerza de rezos y miradas hipnóticas. Así fue cómo ganó la lealtad del zar y de la zarina, con quien tuvo una relación amorosa.

Pero esta confianza ciega que Nicolás II tenía en Rasputín era una molestia para la nobleza rusa, quienes idearon un macabro plan para acabar con su vida durante aquella noche de 1916, cuando el propio zar había abandonado Rusia para implicarse en la Primera Guerra Mundial. Rasputín fue tentado con comida, alcohol y mujeres. Intentaron envenenarlo con cianuro en la comida, pero no pudieron. Luego, le dispararon adentro de aquel palacio, pero había logrado escapar. Finalmente, ocurrió el suceso que describí más arriba. Pero, contra todo pronóstico, su vida no acabó allí.
Tiempo después, la autopsia reveló que había muerto de hipotermia, en el río Nevá. Es que, luego de finiquitarlo, los nobles lo habían arrojado las congeladas aguas de aquel río. Evidentemente, Rasputín volvió a cobrar conciencia tras los disparos, e intentó salvarse, pero el frío, finalmente, acabó con su vida. El hombre de las mil vidas. Ese fue Rasputín.
Licenciado en Comunicación Social. Redactor. Contador de historias. Yo pongo el significante, tú el significado.
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